E r a D o r a d a
Vuestra única premisa atinada, queridos, es no creeros nada. Observad todo lo que os llega por vuestro camino con distancia, preguntándoos a vosotros mismos si la sentís verdadera para vosotros en vuestro propio corazón. No dejéis el control de vuestro ser en manos de mentes temerosas.